Tras el puente de mayo tocaba ya ponerse las pilas de verdad con el trabajo, porque desde ese momento ya la cosa empezaría a tornarse difícil y liosa y los exámenes se empezaran a combinar con el trabajo, es decir, como dice SAW, vivir o morir, tu eliges. De momento deberíamos ir a nuestra zona del retiro para trabajar antes de ir al jardín botánico. Nos dirigimos a nuestra zona, era una día lluvioso, húmedo, el cielo quería llover pero no podía ; el camino, embarrado, sucio, resbaladizo, por la mañana corría una brisa otoñal, acompañado de un bochorno que helaba el carácter de cualquiera, pero, al que la esperanza de el arribo del buen tiempo, lograba sacar una pequeña sonrisa escondida tras esos labios, pues pese al panorama del día nuestro grupo logro sacarla adelante y cumplir sus objetivos.
Nuestro objetivo se centraba principalmente en montar la gimkana árbol por árbol y no fue tarea fácil, porque rápido se vio que la originalidad de nuestro grupo para pensar pruebas para la gimkana era equivalente a la de un pez, pero bueno levantamos el ánimo y Adolfo da una brillante idea de la que se siente orgulloso, contar los dedos que tenía una estatua ,que resultó una animadversión debido a los diferentes números que daba cada miembro. Tras esto tuvimos ideas normalitas, aunque poco originales, pero bueno, la intención es lo que cuenta. Acabamos la gimkana y uno de nosotros mira apresurado su reloj, cuando de pronto dice... ¡llegamos tarde!, a lo que nosotros respondemos con una mirada general seria, pero corta porque de repente uno dibuja una sonrisa irónica, que va contagiando, uno a uno a todos los miembros del grupo hasta llegar al propulsor de la frase que acaba riéndose el que más, pensando: no se que hago diciendo yo esto, si es decirlo y llegamos más tarde todavía. Así que nada, nos dirigimos raudos hacia el Jardín Botánico.
Y al fin entrábamos al Jardín, resulta gracioso pues para una vez que parecía que llegábamos tarde, resulta que llegamos quince minutos antes, pero bueno, los aprovechamos para intercambiar palabras entre nosotros, hacernos fotos, incluso algunos comían y otros pocos desdichados comían con los ojos al ver tan suculento bocadillo en manos ajenas y con la incertidumbre de no poder probar bocado alguno.
Bueno, al fin entramos dentro del recinto y aún así nos mantienen otros cinco minutos más de espera e incertidumbre, pero como somos personas civilizadas mantuvimos la calma de nuevo.
Al fin empezamos la visita, nos tocó una guía, muy maja la verdad, aunque la noté muy nerviosa al principio, la verdad la entiendo, cualquiera no se pone nervioso frente a un campo de nabos como el nuestro. Empezó la visita como cualquiera que se precie, explicación general del jardín, ubicación y contexto histórico. Tras esto nos disponemos a ver nuestro primer árbol, en cuyo nombre no hizo mucho hincapié , pero si es sus flores, al presentar una geometría muy vistosa y llamativa. Tras esto seguimos hacia delante unos treinta metros y luego giramos a la izquierda unos veinte metros mas hasta llegar a uno de los árboles más famosos del Jardín, El Pantalones, curioso nombre el de aquel espécimen, pues la verdad ninguno de nosotros vio tal referencia en el árbol, hasta que la muy gentil dama nos sacó de nuestra laguna mental y nos dijo que los pantalones estaban al revés... . Nos estuvo explicando muchas cosas sobre los nervios y los ejes de simetría de sus hojas hasta que emprendemos de nuevo el rumbo. Tras pasar por plantas sin mucho interés como el Jazmín de Mesnyi, nos detenemos sobre una que al fin lo tenía, el árbol más viejo del Jardín, un Madroño de unos doscientos cuarenta años la verdad, muy conservado él, ni la Duquesa de Alba. Seguimos caminando siguiendo a la chica que siempre se mostró muy alejada de nosotros, como si mordiéramos, lo cual al principio no pasó, pues Pablo Pajares se mantuvo muy callado toda la visita por el bien de la chica.
Llegamos a la zona de los invernaderos. El primero en que nos adentramos es el de los helechos. La entrada producía un cierto miedo, debido a que no se veía mucho le interior desde dentro, al entrar, fresco, pero no un fresco que te hielas, sino un fresco reconfortante, tímido, producido por la respiración de todos los seres que habitaban dentro ambiente y acompañado por un olor que reconforta hasta el alma más inquieta;si, parecía el paraíso... hasta que de repente, ZAS!, en toda la cara, toda la tranquilidad y el gustazo que sentía nada más entrar, se me quitó ante tan alegre saludo de tan graciosa planta, a la cual volveré a ver en el futuro para devolverle tan gratificante saludo. El invernadero estaba lleno de helechos de diversos tamaños y formas, hasta tenía un estanque, que tenía pinta de no haber sido lavado en lustros, que parecía tener unos pocos pececillos en el fondo, los cuales permanecían inmóviles, como muertos, lo cual no me extraña pues si no les mataba ese agua tan asquerosa les mataría la comida que les darían, en le fondo me pareció ver unos pequeños copos alimentarios, que no eran dignos ni de ser mejores que los excrementos que aquellos desdichados producirían. Vimos además una espiral formada por los pelos del tallo de un helecho a la cual, fotografiamos. Salimos de aquel lugar para dirigirnos al siguiente invernadero, el de las plantas carnívoras y más plantas, y digo más porque la chica solo nos enseñó las plantas carnívoras. Aquel invernadero era mucho más moderno, disponía de calefacción provista para crear un clima correcto debido al tipo de plantas que ahí residían, era un sitio muy cálido y húmedo, sin agradables amigos que te saludan a la entrada y con una variedad de plantas que impresionaba. Vimos plantas carnívoras como la Jarra de Mono y la Atrapamoscas de Venus, muy bonitas ellas, la primera provista de una trampa muy efectiva pues cuando atrapaba a algún insecto el pobre se vería ante una muerte horrible al ser digerido dentro de la planta por sustancias químicas muy poco recomendables.
Tras esta breve estancia allí nos dirigimos hacia la zona de los cactus y los ágaves, donde nos damos cuenta de que, nuestra guía cuando nos explicó al principio de la visita que son los nervios de las plantas y sus tipos, no era por simple curiosidad, sino que era su salvación para cuando se quedaba trabada y no sabía seguir, para lo que con la sencilla pregunta; ¿y, de que tipo son sus nervios? lo arreglaba todo, pero la verdad es que ,personalmente, no me acuerdo de los tipos de nervios de una planta.
Seguimos caminando recto hasta torcer ligeramente hacia la izquierda donde nos encontramos una palmera, me río yo de las canarias y valencia juntas, que pedazo de palmera, vamos que me bajan un plátano de esos y no me como un plátano, sino una barra de pan. seguidamente nos encontramos con ¡AY!, una Secuoya, aaaa el árbol más grande del mundo y yo nunca he visto uno, ¡que emoción!, mira me río yo de la emoción, si no acabó ahí mi juventud poco le faltó, las ganas que tenía yo de ver una Secuoya y lo pero no es eso, es que encima la guía dice que era una Secuoya Gigante, mira, si era yo más grande que el árbol casi, así que tuve que contener las ganas de matar a alguien por lo menos un rato. Encima se pone a chispear y yo con las zapatillas buenas... . Continuamos la visita ya en su tramo final, donde nos detenemos muy poco tiempo a observar, únicamente nos detenemos más en un árbol japonés gigantesco ( me río yo de la Secuoya Gigante de antes) , donde nuevamente saca el tema de los nervios.
Anduvimos quince minutos viendo más plantas y árboles donde yo creo que toda la clase se fue mentalmente de la visita, soñando que por fin estaría en casa comiendo la excelente comida de mami o papi, o lo que fuera que fuese a comer, porque la visita se le fue de las manos a partir de ese momento. Al final acabamos la visita viendo un árbol comúnmente llamado, Pata de Elefante, porque supuestamente la base del árbol se asemejaba a una pata de elefante, (mucha imaginación hay que tener, o mucho hay que fumar para ver una pata de elefante ahí, sinceramente).
Al acabar tan larga visita llena de admiraciones peligros, cada uno se marcho a su casa, feliz y contento.
Juanjo Martínez
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