sábado, 21 de abril de 2012
Crónica de el Retiro
Vaya coñazo, si, fue lo que pensamos cuando nos enteramos que teníamos que ir al retiro un viernes, después del colegio, con el cansancio que acumulábamos todos por aquellos días. Gracias al cielo solucionamos el problema de las mochilas al instante, gracias a un alma caritativa que se ofreció a guardarlas en su casa.
Tras dejar las mochilas, nos dispusimos a comenzar nuestra primera aventura del día, comer. Pusimos rumbo hacia atocha el centro, donde se encuentra los mejores bares de tapas de la cuidad. Marcos en teoría nos llevó a uno donde el había comido antes y había quedado satisfecho. El local no estaba nada mal, había mucha gente, pero la cosa era ágil. el restaurante era de lo más hogareño que había por la zona, un local familiar, chiquitito y poseía un olor peculiar. Mientras esperábamos para comer una cocinera muy peculiar nos ofreció trabajo mientras esperábamos, a lo que nosotros contestamos que estábamos muy cansados, había sido una semana dura. Al fin nos sentamos a comer en una mesa con la comida tal cual, vamos, que no se habían comido nada y la tentación era extrema dado nuestro gran rugir de estómago, pero nos calmamos y logramos soportarlo. La comida estuvo sobresaliente y quedamos satisfechos. Salimos del local y nos pusimos camino al retiro.
De camino tuvimos un enredo mental pues no sabíamos interpretar, correctamente un simple mapa, que amablemente nos dieron en el colegio, porque si no, no llegábamos. Definitivamente divisamos un mapa en una de las entradas del retiro y entramos para intentar localizar nuestra zona desde allí. Tras una larga discusión sobre nuestra ubicación nos dispusimos a ir hacia nuestra puerta. Íbamos tranquilamente por el camino, son ninguna alteración, ningún problema, nada, cuando de repente para nuestro asombro un escalofrío recorre nuestro cuerpo, un hedor muy característico que no se suele encontrar en Madrid, si, habían echado estiércol, y no solo en un punto de nada, sino en todo nuestro trayecto, ¡ HORROR!. Nos acordamos de la madre del que lo había puesto solo unos instantes y después seguimos nuestro camino, tratando de pensar en otra cosa. Al fin llegamos a nuestra zona.
Pasamos por una fuente a la que Adolfo estaba empeñado en fotografiar por su voluptuosidad, pero logramos convencerla de que era solo una fuente corriente (en realidad, yo también quería). Tras este parón nos disponemos a realizar nuestra tarea encomendada. Seguidamente nos encontramos con un monumento que despierta de nuevo la mayor diversión que posee nuestro grupo, discutir sobre el qué es una cosa. algunos decimos que es un cenador, un monumento chino, algunos directamente no le ponen nombre. Más tarde descubrimos que es el templo de la música... . Después de estas anécdotas divisamos al fin un cartel de un árbol, lo que manifiesta nuestra alegría. Se lo pide Adolfo. Seguimos con rumbo para alante y para nuestro asombro nos encontramos con un señor de estos que solo salen para enseñar al mundo que son buena gente y que saben mucho, éste en concreto nos señaló un grupo de pájaros que estaban reunidos en un punto, y sinceramente no me acuerdo de lo que nos dijo. Encontramos el segundo árbol, se lo pide marcos, y un tercero que me lo pido yo. Antes de esto cabe decir que nos hicimos la foto de grupo en la Puerta de Madrid, de manos de una singular italiana a la que la idea de la foto le parecía perfecto, pues era una palabra que no paraba de repetir, que majas son estas italianas... . Nos dirigimos pues en busca de los dos árboles que nos faltan. Nos dirigimos de nuevo hacia el estanque, parece que hay arboles ahí, de los que nos interesan, pero no, la respuesta es no y lo único que vemos son arbustos y árboles sin letrero y una minicascada de color un tanto amarillento, tanto es así que alba la compara con la clara que me tome minutos antes, cuanto imaginación, ¿verdad? . Abandonamos esa zona y nos dirigimos hacia el templo de la música y en nuestro trayecto, Mamen se queda maravillada con el espectáculo de las pompas gigantes de jabón, la verdad resulta algo interesante dicho espectáculo, no obstante solo logra arrancar una frase de la boca de Mamen, ¡ ALA, QUÉ GRANDE!, nada más que añadir. En nuestra trazada conseguimos los dos últimos árboles que nos faltaban el de Alba y el de Mamen.
Acabado este último capítulo nos dirigimos a la salida para volver a casa, pero no sin antes recorrernos un buen trozo del retiro y pasar por una zona llena de unos árboles extraños, que hacían referencia parece, a el número de muertes de un atentado. Su tacto parecía suave desde distancia, todos tocamos sus ramas, pero para nuestra desgracia, era algo no grato al tacto, rugoso y pegajoso. Después de esto atravesamos la puerta y volvimos a nuestras casas. Esta vez no llegamos tarde porque afortunadamente no teníamos hora de llegada.
Juanjo Martínez
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